Museo o ¿Cómo aprender a citar correctamente?





    ¿Es el Museo un campo de batalla?





 
 

 


INTRODUCCIÓN

Cuando nos hablan de los museos o en el momento en que estamos dentro de un espacio museístico, ingresamos con ideas preconcebidas respecto a lo que estamos a punto de ver. De entrada, creemos que estamos en un recinto que se encarga de la difusión del conocimiento y la preservación de la cultura. De igual manera tenemos la idea de que vamos a estar recorriendo una zona que requiere y exige respeto, admiración e interés de nuestra parte. Sabemos que estamos indirectamente forzados a moderar nuestra conducta: No corro, no grito, no empujo, no tomo fotografías con flash y sobre todo, no toco las “obras maestras”. Si estas reglas implícitas se nos olvidan, los “amables” guardias estarán ahí, detrás de nosotros para recordárnoslas. Una vez que estamos dentro del museo­, habitamos y recorremos los pasillos; caminamos sobre el piso de mármol y de ser posible mantenemos una postura erguida, con la mano en la barbilla, la cabeza asintiendo y mostrando una actitud de reverencia y admiración, porque estamos frente a objetos históricos únicos o delante de una obra de arte.
Los discursos de poder que rodean a la institución del museo van más allá de sus muros, a tal grado que los espectadores ingresan al espacio museográfico con un manual de comportamiento implícito. En ese sentido, el presente ensayo es una reflexión acerca del Museo, definiéndolo como un Campo de Batalla de los significados en donde el espectador, las obras de arte y el Museo físico, son los protagonistas.
 En un primer momento haré un recorrido histórico de la creación del espacio museístico, posteriormente analizaré la estructura del Museo Moderno, haciendo hincapié en la postura de las vanguardias históricas y en la entrada de lo banal y efímero al museo con la llegada de los ready–made, intervenciones en el espacio y los performance para proseguir con reflexiones en torno a la institución museística como la conocemos actualmente, utilizando como referentes las distintas modalidades de museos que existen en la Ciudad de México. Finalmente, a modo de conclusión, responderé la pregunta: ¿Es el Museo un campo de batalla?


DEL TEMPLO DE MUSAS AL DISCURSO DE PODER








 

El Museo para la Antigüedad griega era un espacio sagrado la iglesia de las Musas, Diosas de la Memoria. Dentro de sus templos resguardaban piezas como jarrones, pinturas y adornos dedicados a los dioses, estos objetos eran exhibidos al público, en este caso las clases privilegiadas. En Alejandría (Egipto), alrededor del año 290 a.C Ptolomeo Filadelfo mandó a construir un recinto que posteriormente llamó Museo; era un sitio de reunión creado para los escritores y los sabios. La construcción estaba compuesta por un jardín botánico, zona de lectura, observatorio astronómico y biblioteca. En el caso de Roma, las galerías destinadas a la meditación eran llamadas Museos. En este sentido observamos que el Museo para la Antigüedad en Grecia, Roma y Alejandría, era un espacio sagrado destinado a la meditación y fungía como punto de reunión para los sabios y eruditos. (Alderoqui, 2012)

El Museo resguarda y custodia objetos que tienen valor histórico o artístico. La tradición de colocar objetos dentro de una vitrina para su protección surge a partir de la creación de los gabinetes en Italia durante las primeras décadas del S. XVII. En esta época nos encontramos con las primeras intenciones de romper el placer de la conservación por el de la contemplación. Las altas esferas que poseían objetos que para ese tiempo eran considerados de valor y eran para el deleite privado, abren sus colecciones al público que en ese periodo histórico era selecto, a diferencia de lo que conocemos actualmente como público “general”, en ese sentido sólo los miembros de las clases dominantes tenían la posibilidad de contemplar y admirar los objetos valiosos. La exhibición de estas piezas no era únicamente un acto altruista o educativo para exhibir objetos históricos valiosos o pinturas y esculturas creadas por los artistas de la época, es una demostración de poder de adquisición y posesión. Así mismo nos encontramos con las raíces de la pretensión occidental de que sólo existe una cultura que crea discursos dentro del espacio museográfico y es la única digna de admiración.

 Para entender los orígenes del Museo como lo conocemos actualmente, es necesario remontarnos al s. XVIII en Francia. Hasta ese momento las colecciones de objetos valiosos estaban bajo el resguardo de las clases dominantes. En 1750 el gobierno francés abrió las puertas del Palacio de Luxemburgo al público selecto. A partir de este momento se hizo posible que los tesoros de las altas esferas fueran accesibles para artistas y estudiantes, que dos veces por semana tenían la posibilidad de conocer y contemplar esas piezas, alrededor de 100 cuadros y otras piezas de arte.  Años después esta colección fue trasladada al Museo de Louvre, que abre sus puertas en 1793. (Alderoqui, 2012)

Las reglas del juego dentro del Museo cambiaron durante el siglo XX. De entrada, podemos identificar tres etapas en la distribución de los objetos dentro del espacio museográfico. Durante el s.XIX y las primeras décadas del s.XX, el museo era una especie de bodega en que acumulaba objetos y no utilizaba ningún criterio para su exhibición y distribución.
 Las reglas también cambiaron en la esfera del arte. Durante las primeras décadas del s. XX los movimientos de Vanguardia, Constructivismo Ruso, Dadaísmo, Futurismo y Surrealismo se posicionarán en una trinchera contra la tradición estética y propondrán nuevas formas artísticas rechazando la tradición y los canales de difusión convencionales, como es el caso del museo (Granes, 2011), principalmente el Dadaísmo y el Futurismo que declararon la guerra contra el Museo. El futurismo lanzó la primera bomba al definir el espacio museográfico como un cementerio; un lugar inerte que apila y exhibe cadáveres. Con el pasar de los años estas incendiarias corrientes artísticas fueron absorbidas por el sistema del arte formal e institucional, por ejemplo en la actualidad los museos de arte realizan exposiciones sobre el Dadaísmo, el Futurismo o la Vanguardia Rusa.

Uno de los cambios más significativos dentro de la historia del arte que repercutió radicalmente en la museografía fue la llegada de los ready-made. Son objetos sacados  de la cotidianidad pero modificados en cuanto a su uso y su significado. El precursor de esta nueva modalidad artística fue Marcel Duchamp en 1917 con su Fuente – la “pieza” era un urinario, un objeto de la vida cotidiana que adquiere categoría de obra de arte porque así lo ha decidió el artista -. La obra de arte que se aleja de la representación  deja de ser una representación para convertirse en una idea en sí misma. En la esfera del arte ocurrieron cambios significativos durante el siglo XX, sin embargo los canales de difusión y las  instituciones no sufrieron cambios significativos, en ese sentido comprendemos que el museo no cambia, lo que cambia es el contenido. Con la llegada de los ready-made el museo se ve obligado a abrir la puerta a lo banal y cotidiano.

 Los cambios que ha sufrido el gran cubo blanco - el museo contemporáneo han sido escasos. A partir de los años 40 podemos rastrear los inicios de la curaduría dentro del espacio museográfico. Los museos dejan de ser grandes bodegas. Los criterios cambian y la museografía se filtra, se prefiere la calidad sobre la cantidad. Durante el siglo XX, los museos de historia exhiben las memorias de la conquista cultural y geográfica a manos de occidente. La violencia colonial es validada y exhibida como cultura. Abren sus puertas a piezas rudimentarias pertenecientes a culturas no occidentales. Por primera vez se le da el título de arte a los objetos y artesanías de las culturas africanas, oceánicas y precolombinas. (Guillén, 2013)

Dado lo anterior nos encontramos con los orígenes históricos del Museo. Después de hacer mención de los momentos más relevantes entramos en contacto con las ideas fundantes que le dan sentido a esta institución, posicionándola como el centro oficial difusor de la alta cultura. Los Museos se encargan de crear y difundir un discurso unilateral que prevalece hasta nuestros días y nos dice que sólo existe una cultura digna de ser conservada y admirada.

EL MUSEO = ELITISTA






Cuando nos hablan de los museos o en el mejor de lo casos cuando asistimos a uno –voluntariamente o como un requisito escolar –ingresamos con la idea de que funcionan como un recinto que genera y difunde conocimiento, es decir asociamos este espacio con la educación, la contemplación y la admiración. Nos han dicho que los museos son espacios llenos de cultura, datos históricos relevantes y obras de arte intocables y sorprendentes, pero nadie nos dice que los museos son elitistas y que es probable que entremos a un espacio que mas que educarnos nos ponga en conflicto.

El museo como vía del saber cultural se rige por códigos que sólo son descifrados y apropiados por una minoría, es decir el público especializado o la gente culta. El espectador que no comprende dichos códigos es atacado desde diferentes flancos,  se encuentra dentro de un lugar que no comprende del todo, en un campo de batalla de los significados y por lo tanto no se apropia del contenido expuesto. Dado lo anterior comprendemos que el lenguaje utilizado en el espacio museográfico no es neutral, no es un campo de batalla justo para todos los que decidan ingresar en el, dado de que hay espectadores con mejores armas y otros con un repertorio cultural que se rige por códigos distintos.

Existen diversos tipos de museos; pueden ser de ciencia, historia o arte y cada uno de ellos nos acerca a discursos y códigos distintos. El punto convergente entre ellos es que en el momento en que un objeto entra al espacio museográfico, después de ser iluminado, montado y resguardado automáticamente aumenta de categoría es decir, es sacralizado. Una pieza que está dentro de un museo es custodiada porque es históricamente relevante o porque es una obra de arte. Sin embargo es de vital importancia cuestionarnos si los objetos custodiados y exhibidos son auténticos en tanto que funcionan más allá del discurso creado por la institución.
 En el caso específico de los museos históricos en México como el Museo Nacional de Historia “Castillo de Chapultepec” y Museo Nacional de Antropología e Historia, nos muestran un rompecabezas incompleto. Cuando ingresamos a estos lugares somos espectadores de un pasado fragmentado. De entrada sabemos que estas dos instituciones tienen un carácter nacionalista que buscan legitimar una versión “oficial” de la historia. Se encargan de difundir y perpetuar un discurso histórico por medio de la evidencia física, es decir los objetos custodiados y el espacio en sí mismo.
El Museo Nacional de Historia Castillo de Chapultepec, es uno de los espacios culturales más visitados del país. Se encuentra ubicado en una locación atractiva y el espacio en sí es una reliquia histórica. Después de subir la colina y  pagar nuestra entrada, al recorrer sus salas encontramos fichas y mamparas con textos que nos indican los sucesos históricos relevantes que sucedieron en ese espacio, de igual manera observamos los objetos que lo validad. El espectador, en el caso de los mexicanos, está consciente de que ese espacio es un lugar simbólico ya que en el Castillo der Chapultepec se libraron batallas que consolidaron al país como lo conocemos actualmente, según la versión oficial. En ese sentido, si el espectador posee conocimientos básicos de historia o ha escuchado historias como la de los “niños héroes” puede descifrar los códigos bajo los que este espacio opera. El Castillo de Chapultepec, fue un  un campo de batalla y lo sigue siento, pero las batallas que ahí se libran son simbólicas.

En 1963, el Museo Nacional de Antropología fue diseñado por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez e inaugurado en 1964 por Adolfo López Mateos. La misión de este proyecto era crear un recinto que integrara a las diversas colecciones de piezas prehispánicas. Un acto parecido a lo que sucedió en Europa el siglo XVIII pero dos siglos después, porque el país estaba muy ocupado saliendo a flote de su estado de crisis permanente. La arquitectura de este espacio tiene un carácter nacionalista, con la letra x presente en el techo y los muros de la entrada, frases de escritores mexicanos y detalles dentro del museo creados por otros artistas. De entrada se entiende que es un proyecto con carácter nacionalista, que busca exhibir  desde los cimientos el pasado mexicano, con x. Las primeras salas exhiben el recorrido de los primeros pobladores, posteriormente nos encontramos con secciones pertenecientes a las diferentes culturas prehispánicas. La planta alta del recinto nos muestra de una manera muy aberrante -con maniquíes y montajes escenográficos- una demostración de la “vida cotidiana” de las culturas populares.

En términos generales Museo Nacional de Antropología está compuesto por objetos extraídos de su lugar de origen es decir aislados de su contexto, expuestos en vitrinas o al aire libre. Dicho museo crea un montaje de carácter histórico y antropológico y nos muestra un rompecabezas incompleto. Podría resultarle más fácil al espectador apropiarse, asimilar e interpretar lo que ve en esta clase de museos, puesto que no nos son ajenos debido a su carácter nacionalista, podríamos decir cosas como “este es nuestro pasado, tenemos la obligación de comprenderlo”.
En este apartado me surgen algunas interrogantes: ¿Qué tan relevante es cuestionar la autenticidad de los objetos expuestos? Es decir, sabemos que gran parte de las piezas exhibidas son replicas ¿Importa que sean replicas o lo que debemos cuestionar es el discurso nacionalista y antropológico que tampoco es del todo auténtico? Cabe resaltar que los objetos se encuentran sacralizados, una vasija o un penacho ya no son sólo objetos rudimentarios son histórica y antropológicamente relevantes puesto que sirven como evidencias del pasado. El montaje dentro de los museos de historia y antropología va más allá de la autenticidad de las piezas que alberga. El ensamblaje está en el discurso que crea alrededor de los objetos exhibidos y su promesa de profana inmortalidad. (Leger, 2012)  Así mismo perpetúan y validan una memoria colectiva “oficial”.

En el primer apartado hicimos mención de algunos de los cambios más relevantes en la esfera del arte. Estas variables y rupturas llegaron a México pero de una forma distinta. En ese sentido comprendemos que el caso de los museos de arte es aún más complejo. En la Ciudad de México hay decenas de museos, en el caso de los museos de arte parece que cada uno responde a una época distinta de la historia del arte. Podemos distinguirlos en dos grupos. Por un lado los museos que responden al arte tradicional y académico como el Museo Nacional de Arte y el Museo Nacional de San Carlos. Al recorrer los pasillos de estos Recinos, entramos en contacto con soportes convencionales, es decir pintura, escultura y grabado. Las técnicas pictóricas y escultóricas de las piezas que observamos en estos recintos se rigen por los cánones europeos. En este campo de batalla tradicional el espectador es atacado con la premisa de que sólo existe una manera de representar y sólo existe un tipo de arte digno ser contemplado.

El segundo grupo de museos se encuentra subdividido. Tenemos al Museo de Arte Moderno y al Museo de San Ildefonso, estos recintos continúan albergando exposiciones temporales y permanentes tradicionales, es decir las piezas que contienen continúan siendo soportes tradicionales la diferencia es que la temática del contenido cambia. En San Ildefonso observamos los murales en su arquitectura y en el MAM somos espectadores de exposiciones permanentes que exhiben pinturas de artistas como  Remedios Varo y Frida Kahlo.
En el caso de los museos más cercanos temporalmente tenemos al Museo Tamayo de Arte Contemporáneo, el Museo Universitario de Arte contemporáneo, Museo del Chopo y el Museo Jumex (a un costado del Museo Soumaya pero no vale la pena hablar de ese espacio que se asemeja más una plaza comercial que custodia obras de arte adquiridas por lote) Parece que a dichos espacios si llegaron los nuevos soportes artísticos no convencionales, incluso en los medios tradicionales las rupturas ocurren en cuanto a representación y composición.  Dichos recintos abrieron sus puertas a las novedosas modalidades en el campo de las artes visuales: Performance, instalación, arte sonoro, realidad virtual, etcétera.
En estos museos la institución es cuestionada desde adentro, por ejemplo con manifestaciones artísticas como los performances que no pueden ser almacenados también  hay intervenciones dentro del espacio museográfico que tienen un carácter temporal, en ese sentido cuestionan el papel del museo como una gran bodega que almacena y apila objetos.

¿ES EL MUSEO UN CAMPO DE BATALLA?

¿Cuál es la diferencia entre una botella de coca-cola que yo puedo comprar en la tienda de la esquina y una botella del mismo producto que está dentro del espacio museográfico bajo el cuidado de los guardias? La diferencia está en el espacio que lo contiene, en ese sentido comprendemos que el Museo es un lugar de poder.

Después de realizar el breve recorrido histórico, contextualizar y hacer mención de los principales museos de la Ciudad de México y la lógica a la que responden, encontramos puntos de convergencia. De entrada, operan bajo códigos que no son comprensibles para el público general. Son elitistas y continúan perpetuando el discurso unilateral que nos dice que el arte y la cultura que vale la pena ser visto es el que está dentro de las instituciones museográficas.
El museo es un campo de batalla en el que participan el espectador, la institución y las obras expuestas. El espectador se enfrenta en un primer momento a un campo de batalla que impone sus reglas de comportamiento, posteriormente entra en contacto con el contenido del museo si posee las armas y los conocimientos que armonicen con los códigos de la institución.

A todos nosotros como estudiantes, nuestros profesores o cualquier otra figura de autoridad nos han dicho cosas como “vayan a los museos, edúquense, vayan a ver arte y cultura”. En algún momento de mi vida creí que en efecto, si frecuentaba estos recintos adquiriría conocimientos suficientes para convertirme en una persona culta, pero eso no fue así. Antes de ingresar a la carrera de Artes Visuales, mis primeras experiencias con los museos fueron aburridas y tediosas definitivamente odiaba y aborrecía los museos. En algunas ocasiones me encontré a mí misma en  situaciones traumáticas en las que los guardias me regañaban por no seguir el recorrido impuesto y delimitado en el espacio museográfico o me sentía completamente fuera de lugar a no comprender lo estaba viendo. Las primeras veces que entré al campo de batalla salí herida y con un aire de derrota que anulaba por completo el acto pedagógico. Con lo anterior comprendemos que los museos realizan un montaje pedagógico y está presente en los intentos por democratizar y traducir su contenido, para que sea accesible al público general. Con esta falsa pedagogía me refiero a las visitas guiadas, audio guías, extensos textos curatoriales, talleres, material didáctico, etcétera.

Como artista visual comprendo que el arte no está únicamente en los museos, existen otros canales y medios además lo que se podría considerar baja cultura es válida y digna de admiración y apropiación. Dinamitemos los museos o en el mejor de los casos hay que activarlos y cuestionarlos. Tengo dos ejemplos de proyectos realizados por artistas visuales que están activos en el medio. El primero es un artista mexicano Eduardo Abaroa con su pieza Destrucción total del Museo de Antropología. La palabra destrucción está presente en el título así que ya sabemos parcialmente de que va la obra. Se trata de una ficción en la que el artista realiza una investigación a fondo de la arquitectura del museo, para después planear su explosión por medio de un método de inyección de concreto. La obra no fue exhibida en el Museo de Antropología. Aunque no esté dentro de dicho espacio museográfico que critica, con su pieza está cuestionando el discurso nacionalista de esta institución. La obra en sí, está compuesta por una pila de escombros de los cuales podemos identificar algunos fragmentos representativos del museo así como maquetas y planos que el artista utilizó para realizar la ficción.

El otro artista es un español llamado Jota Izquierdo. Su proyecto titulado Modernidad Pirateada, exhibido actualmente en el Museo del Chopo, es resultado de un proceso de investigación en torno a la piratería y al movimiento de los Sonideros en México. El día de la inauguración Jota llevó los “bailongos” al museo, activando dicho espacio de una manera única. Invitó a los sonideros más populares de la Merced y Tepido. Otra de las piezas son discos y otros artículos piratas, carteles de los sonideros, playeras, etcétera. La obra se activa todos los miércoles cuando realizan una transmisión de la radio sonidera, en vivo desde el Museo. Izquierdo llevó la baja cultura al museo y la insertó en los circuitos actuales del arte, posicionándola como una manifestación del barrio digna de ser admirada.

El museo es un campo de batalla de los significados.


BIBLIOGRAFÍA

-          Alderoqui, Silvia. (2012) .La educación en los museos: De los objetos a los visitantes. España: Grupo Planeta.

-          Granes Carlos. (2011) .El Puño Invisible. Argentina: Taurus.

-          Guillén, E.M.( 2013)."Museo Real, Museo Imaginario: reflexiones en torno al concepto de museo como escenario de metamorfosis", Espacio, Tiempo y Forma, no. 1, pp. 129.

-          Hetherington, K. (2006). "Museum", Theory, Culture & Society, vol. 23, no. 2-3, pp. 597-603.

-          Hetherington, K. (2011). "Foucault, the museum and the diagram", The Sociological Review, vol. 59, no. 3, pp. 457-475.

-          Léger Marc James. (2012) . Brave New Avant Garde; Essays on Contemporary Art and Politics. USA: Zero Books.

-          Message, K. (2006) "The New Museum", Theory, Culture & Society, vol. 23, no. 2-3, pp. 603-606.

VIDEO
Hito Steyerl, Museum as Battlefield (2012) 00:36;48. https://vimeo.com/76011774

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